Esa es mi sonrisa, esa que no deja de depender afortunadamente, de mí. Mírame, la complementan muchos factores, pero cuando todos se unen para destruirla brilla aún con más intensidad. Será que me voy cansando de recibir antifaces todos los días. Será que me voy cansando de ser el único que cree en todos en todo momento.
Yo creo en vos, en aquel, en ese, en aquella y después vienen y me dan la puñalada (no solamente por la espalda) y destrozan mi equilibrio. Voy a subrayarlo, o igual debería hacerme una camiseta con letras fluorescentes porque al parecer es algo que no queda claro, es eso o que debo tener la cara de inocente más grande del mundo: mi vida no es ni de acero, ni de papel. No te creas, eh, no te creas que sea valor y coraje lo que me falta para darte un buen reflejo, como bien merecido lo tenes, un reflejo de lo que vos me das, y vos también, y aquel, una vuelta de esa ida. Lo que me sobra es esto último que nombre, vida, esa que no es de cartón, por mucho que intente no endurece a base de la mierda que soltas, y esto va por vos, y por vos, y mira sí, también por vos. Y es que el mundo está tan podrido que casi envenena hablar de cualquiera, aca todos odian y maldicen pero nadie se mira, siempre disparando toxicos y mentiras, acá cada uno va a lo suyo, la gente como vos, y como aquella, incluso como el, debería llevar bozal, y un cartelito que advierta en las presentaciones: cuidado que muerdo. Y ahora lees esto y decís ¿de quién habla? pero no, no va por vos, ni por vos, ni tampoco por vos, porque afortunadamente por mucha mierda que emita el mundo siempre hay gente que se salva, salvándome automáticamente a mí.